jueves, 10 de diciembre de 2015

Placeres: Senderismo por La Rioja - Fotografía y reflexión


El senderismo, más que una simple actividad, es un placer del cual vale la pena disfrutar. Recorrer lugares de una manera diferente, de otra perspectiva, bajarse del auto, conocer todo más de cerca e ir más allá de lo que el asfalto permita.
Con mi papá somos muy aficionados al conocer, al caminar y recorrer los lugares que nos ofrece la naturaleza. Nos encanta salir a caminar y más aún si se trata de andar por pequeños senderos de tierra, lejos de la densidad de la ciudad (aunque aquí sea poca).

Él, con 59 años, con varias operaciones encima, incluyendo una en su rodilla, se lo ve más vivo que nunca al salir a re-descubrir y conocer los caminos en medio de los cerros y el campo.
Es algo que siempre hicimos pero este año, por diferentes circunstancias, nos vinculamos mucho más y compartimos mucho tiempo juntos. Y a él, como a mí, le viene bastante bien, de vez en cuando, una escapada lejos del asfalto para pensar, relajarse, despejar las nubes de la ciudad y la rutinia, y distraerse entre el marrón y el verde que predomina en nuestras tierras..

A la derecha: la pollera de la gitana.
Amantes del cerro y del camino, subimos al auto y salimos con rumbo al oeste, allá donde, a la tarde, el sol se abraza con el Cerro de la Cruz, ese gigante fiel cuidador de la ciudad. Avenida Ramirez de Velazco, pasamos Las Padercitas y entramos a la Ruta 75, aquella que recorre toda la costa riojana. Todo comienza a tornarse más cercano, se siente la ganancia de altura, la vegetación predomina, un paraíso. El olor es otro, el aire es otro. Al cabo de un par de kilómetros (si no es que es uno solo) pasamos la mítica curva del pan casero, parada obligada al volver. Las conversaciones van y vienen, musicalizadas por algún rock nacional, alguna chaya, zamba o chacarera. El paisaje se renueva en cada curva y deslumbra en su belleza y enormidad. Cerros que hacen sentir a uno diminuto. Y esos cardones, habitando casi en su totalidad por el relieve, patronos del cerro. El cielo tan cambiante, característico de la provincia, deja ver unos rayos de sol que caen en el cerro por entre las nubes. 




Llegamos al dique con una idea instalada en la mente de mi viejo desde principio de año: conocer el pucará (puesto de observación que se ubica en lo alto de un cerro para cuidar al pueblo de posibles ataques). Ese pucará desde el cual, seguramente, nuestros queridos antepasados diaguitas visualizaron el avance de los conquistadores a caballo que llegaban sedientos de todo.
Sin mucha información al respecto bajamos del auto (en el camino por detrás del dique) y caminamos unos metros, preguntando al que pasaba si sabía algo. Nada. El único dato que teníamos era que desde allí, se podía observar casi todo el dique(debajo del agua quedó ese pueblo diaguita), el túnel y la casilla (está dentro del dique, era usada para medir el nivel del agua). Y con esa información nos empezamos a meter cada semana por un camino distinto. Errar el camino varias veces no fue en vano, conocimos, caminamos, charlamos y nos despejamos de tal forma que la experiencia fue grata.
Lo lindo de esas caminatas subiendo cerros y recorriendo caminos era que conocíamos el mismo paisaje (el dique y cerros aledaños) pero desde una perspectiva completamente diferente a la cual se está acostumbrado. Y pensar que tantas veces la gente por esa ruta en sus vehículos y casi nunca se baja a caminar y mirar... ¡Para conocer hay que caminar! 

Por ahí me abraza la puna.. por ahí suelta y andamos en senderos por lo alto. 
Pesado se hace el paso, pal morro apuntamos, por tierra colorada y antiguas rutas empedradas.
El verde manto sobre el cerro se deja habitar por cardones en flor que adornan con su blanco junto con los cogollitos de pichana que agregan su amarillo. La tierra se amiga con las suelas, un paso sobre otro, siguiendo huellas coloradas que crujen al encontrarse con los pasos. Caminos de agua marcados en las paredes de algún cerro que evidencian cascadas de época de lluvia. Hacía un par de curvas y abajo se ve el camino andado. Igual hacia arriba, el camino por andar.
Ingeniosos y antiguos muros de esas rutas cuesteras, viejas como el dique mismo.
Una piedra sobre otra... un cerro tras otro.


El famoso pucará que alentaron tantas caminatas:



Camino al Cerro de la Cruz

Cada curva un paisaje distinto. Camino al Cerro de la Cruz
Mi provincia querida, ¡Qué linda y verde que te ponés después de los calores y las lluvias!
Panorámica del Dique de Los Sauces visto desde un mirador camino al Cerro de la Cruz.

1 comentario:

  1. ¡Hola Federico! Muchas gracias por haber leído mi post, es un gusto recibir un comentario tuyo! :) Qué bueno es tener un lector de La Rioja y que encima escriba sobre ella!
    Conozco ese dique pero siempre pasé con la combi que va de La Rioja hacia Sanagasta y nunca llegué a caminar por ahí pero no pudiste tener más razón: para conocer hay que caminar. Eso hice cuando estuve ahí y no me arrepentí, La Rioja está llena de lugares fantásticos (me quedé con las ganas de conocer Chilecito y otros lugares más, ya veré la próxima jaja). Hoy subí mi post y ahora veo tus fotos y ya me agarró melancolía... quiero volver!

    Saludos,
    Aylu.

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