Vivimos en tiempos muy activos en los cuales la gran mayoría de nosotros siempre tenemos cosas en la cabeza. Estamos permanentemente pensando en algo que hicimos, o que pasó, algo que estamos haciendo o algo que pasará, y hasta preocupándonos por lo que tenemos que hacer en un futuro próximo o lejano. La cabeza y nuestro cuerpo está en permanente ocupación tanto en el trabajo como en el ocio. Porque hasta en esto último estamos pendiente de la pequeña pantalla de celular o las de la tele o PC. No digo que preocuparnos por nosotros o entretenernos de esa manera esté mal. Sino que al mantener nuestra atención ocupada en esas cosas todo el tiempo (TODO) no nos dejamos tiempo para pensar, reflexionar o meditar en nuestras propias cosas, dejar que nuestra mente fluya, sin importar lo absurdas que lleguen a ser los pensamientos, preguntas o conclusiones que pasen por el río cognitivo en el cual navegamos. Es necesario un momento de silencio, desenredarnos...
Tomémonos un tiempo para nosotros. Para nosotros no significa para ocio y entretenimiento a través de una pantalla. En serio, probémoslo porque la verdad está muy bueno. tomá en cuenta la opción cuando tengas ese tiempito de apartar nuestros aparatos, apagar la tele y hacerte un té, café, mate o lo que te guste y tomarlo sentado o parado junto a la ventana por ejemplo. Ahí en ese momento, cuando nuestra mente no es bombardeada con entretenimiento o información (por mas buena que esea), es cuando en realidad nuestra mente puede ser ella misma. Podemos ser nosotros mismos internamente. Nos callamos un momento para hablar y mirar hacia dentro y dejarnos fluir y volar a la vez desenredando ese nudo de la vida cotidiana.
Otra cosa parecida y que funciona igual para mí es el caminar solo. Sacarme los auriculares y aprovechar el tiempo de la siesta en la cual no pasa mucha gente por el centro y salir a caminar e instalarme en un banquito de la Plaza Juan Facundo Quiroga. Con sus centenarios eucaliptos y la paz que esto me brinda. Ahí es cuando todo fluye.
Hace un par de semanas tuve muchos, muchos días demasiados atareados con parciales, trabajos, ensayos, talleres y cursos que obviamente disfruté con mucha alegría. Pero al terminar una cosa, inmediatamente comenzaba otra. Despertaba, miraba el celular, en mis momentos de ocio entraba a Youtube y miraba videos o estaba con el celular, merendaba estudiando o viendo tele. Pero al salir abombado de tanta actividad de un ensayo vi a un chico, el que nos presta la sala de ensayo, en cuclillas en la puerta mirando hacia fuera al lado del termo que estaba en el suelo y con el mate en la mano. En silencio. Solo pensando, mirando. Esa simple imagen me llegó muchísimo y me hizo dar cuenta de lo poco que estaba pensando y reflexionando realmente. De lo poco que estaba en contacto conmigo mismo en esos tiempos.
Ese silencio, esos minutos u horas de soledad son necesarios y ayudan a una real conexión con nosotros mismos.
Si bien esto no es el meditar como todos lo conocen, sirve de igual manera como conexión y como forma de acomodarnos en nosotros. Tal vez sirva de introducción a la meditación en sí y como pequeños momentos reflexivos en la vida cotidiana para evitar que las tareas y obligaciones percudan en nuestra paz interior.
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